jueves, 24 de septiembre de 2009

Destruyamos creativamente la crisis



El pensador Joseph Schumpeter (1883-1950), acuñó el término, aparentemente paradójico de la "destrucción creativa", que generaciones de economistas posteriores han adoptado

Las sociedades que permiten que la destrucción creativa sacuda sus cimientos, con el tiempo se vuelven más productivas y ricas, sus ciudadanos disfrutan los beneficios de nuevos y mejores productos, de semanas de trabajo más cortas, mejores empleos y una mejor calidad de vida.


Recientemente, el Presidente de la República Dominicana, doctor Leonel Fernández Reyna, exhortó a los países del mundo, especialmente a los Estados Unidos, a provocar una “destrucción creativa” como salida a la crisis económica global. Cuando hablaba, Fernández citaba sabiamente al pensador Joseph Schumpeter (1883-1950), quien acuñó el término, aparentemente paradójico de la "destrucción creativa", que generaciones de economistas posteriores han adoptado como una breve descripción de la manera desconcertante y alocada con que el libre mercado acarrea el progreso de los pueblos.
En su libro Capitalismo, socialismo y democracia (1942), el economista austriaco escribió: “La apertura de nuevos mercados, nacionales o extranjeros, y el desarrollo organizacional logrado desde la producción de artesanía rudimentaria hasta el advenimiento de la industria de acero en EE.UU, ilustran el mismo proceso de mutación industrial -si se me permite usar esta expresión biológica- que revoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, destruyendo la antigua sin cesar, y continuamente creando un nuevo sistema. Este proceso de destrucción creativa es el hecho esencial del capitalismo”. (p. 83)
Aunque Schumpeter sólo dedicó un capítulo de algo más de 6 páginas para describir "El proceso de destrucción creativa", en las que dibuja al capitalismo como "el vendaval perenne de la devastación ingeniosa"; este término se ha convertido en la pieza central del pensamiento moderno sobre la evolución de las economías.
Schumpeter y los economistas que adoptan su breve resumen sobre las críticas constructivas e incesantes al modelo capitalista, reconocen que la pérdida de empleos, la quiebra de empresas, el desvanecimiento de industrias y la fuga de capitales son partes inherentes de “un sistema en crecimiento”. La salvación viene de reconocer el bien que proviene de la desconcertante conmoción y del desastre. Las sociedades que permiten que la destrucción creativa sacuda sus cimientos, con el tiempo se vuelven más productivas y ricas, sus ciudadanos disfrutan los beneficios de nuevos y mejores productos, de semanas de trabajo más cortas, mejores empleos y una mejor calidad de vida.
Aquí radica la paradoja del progreso. Una sociedad no puede cosechar los frutos de la destrucción creativa sin aceptar que algunos individuos podrían quebrar, no sólo en el corto plazo, sino incluso para siempre.
Al mismo tiempo, los intentos de suavizar los aspectos más duros de la destrucción creativa, al tratar de preservar los trabajos o protegiendo a las industrias, conducirán irremediablemente al estancamiento y la decadencia, o sea que sería un cortocircuito en la marcha del progreso.
Los términos duros de Schumpeter nos recuerdan que los dolores de parto que provoca el capitalismo y las ganancias son indisociables. El proceso de creación de nuevas industrias no seguirá adelante sin antes barrer el orden establecido, preexistente.
La industria del transporte de EE.UU proporciona un dramático ejemplo en curso de destrucción creativa en el trabajo. Con la llegada del motor de vapor en el siglo XIX, los ferrocarriles surcaron los Estados Unidos, ampliando los mercados, reduciendo los costos de envío y creando nuevas industrias, mientras proveía millones de nuevos empleos productivos.
Luego, el motor de combustión interna abrió el camino al automóvil, a principios del siglo pasado. La prisa de poner en marcha a América sentó las bases de nuevas empresas; Hubo un momento, en la década del 1920, en que la industria automotriz contaba con más de 260 fabricantes de automóviles.
La onda expansiva de este sector derramó la fiebre del oro negro, el auge del turismo, del entretenimiento, y del comercio minorista, entre otras industrias. No obstante, en el apogeo la era automotriz, arremetió el rápido y brusco despegue de la industria aérea, provocando, con el aletear de sus alas de acero, el supersónico estallido de nuevas empresas y puestos de trabajo.
Los estadounidenses se beneficiaron mientras los caballos y las mulas le abrían paso al camino del futuro, representado en los poderosos caballos de fuerza de los motores Ford y la reacción de las turbinas, pero este gran auge no se logró sin la devastación.
Cada nuevo modo de transporte ha tenido un alto costo en puestos de trabajo e industrias existentes. En 1900, en ese país trabajaban 109.000 obreros en la industria de carga y transporte. Y ya en 1910, 238.000 estadounidenses laboraban como herreros.
Hoy en día, esos trabajos son en gran medida obsoletos. Después de que se anularan canales y otras formas de transporte, el ferrocarril perdió la carrera en su competencia con los coches, los camiones de largo recorrido, y los aviones.
En 1920, 2,1 millones de estadounidenses se ganaban el sustento trabajando para los ferrocarriles, en comparación con menos de 200.000 que trabajan en la vía férrea en actualidad.
Lo que ocurrió en el sector del transporte se ha repetido de una industria a otra, sin cesar, y en muchos casos, varias veces en un mismo sector. La destrucción creativa reconoce el cambio como una constante del capitalismo.
En 1900 los oficios de cerrajeros, albañiles, y mineros se encontraban entre las treinta principales ocupaciones de América. Un siglo después, ya no figuran ni siquiera entre los primeros treinta; Estos han sido sustituidos por técnicos, médicos, ingenieros, científicos de la informática, entre otras profesiones.
De modo que también la tecnología irrita a los mercados de trabajo, factor que hace referencia a la frase muy usada por Schumpeter de "desempleo tecnológico".
Los e-mails, procesadores de texto, contestadores automáticos, y otras tecnologías de oficina moderna han reducido el número de secretarios, pero con el mismo ímpetu han elevado el número de programadores. El nacimiento del Internet trajo consigo una necesidad de cientos de miles de webmasters, una ocupación que no existía en una época tan reciente como 1990.
La cirugía LASIK a menudo permite a los consumidores botar sus anteojos, reduciendo las visitas a los optómetras, pero incrementa la necesidad de oftalmólogos. El auge de las cámaras digitales ha traído como consecuencia la ruina de los laboratorios fotográficos, pero ha provocado la necesidad del Photoshop, un programa que ha revolucionado considerablemente la industria gráfica.
Las empresas muestran el mismo patrón de destrucción y renacimiento. Sólo cinco de las cien entidades públicas más grandes de la actualidad, se encuentran entre las cien industrias más grandes que operaban en 1917. Como también la mitad de los cien principales emporios que había en 1970 han sido sustituidos por corporaciones emergentes, que ocuparon sus puestos en el ranking del 2000.
"Para discernir la mecánica del capitalismo el punto esencial es intuir que se trata de un proceso evolutivo", sentenció Schumpeter (p. 82).
La pregunta del millón sería si a estas alturas, podría ya, el capitalismo moderno, que agota una fase avanzada, encontrar una entidad comercial alterna, o en el mejor de los casos suplente de las bolsas de valores, por si acaso estas colapsan, o lo que es menor, reformar el sistema financiero norteamericano, sector dónde se originó la crisis global actual.
Bueno… De acuerdo con el secretario del Tesoro de EE. UU, Tim Geithner, el sistema financiero ha recuperado su fortaleza, por lo que el gobierno se prepara para redefinir su estrategia de reforma.
Sin embargo, los líderes del G 20, las naciones más poderosas del mundo, afirman que la principal lección que dejó la quiebra de los bancos de inversión -como es el caso de Lehman Brothers- a los gobiernos, es clara: regular contra cualquier crisis futura es inútil.
Pese a que se han hecho reformas en el sistema, nada garantiza que se pueda evitar otra quiebra como la de Lehman. Lo cierto es que la actual crisis financiera que vive el mundo mostró una de las facetas más perversas de esa “destrucción creativa” de los mercados de valores que enfrenta el capitalismo.

Fausto Adames es el Editor Web de la Revista Mercado
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lunes, 14 de septiembre de 2009

La increíble y gran locura del “Internet Craze” en la economía


República Dominicana en el 2000 contaba con 55,000 usuarios, con una población de 8.34 millones de habitantes, y hoy por hoy, con un estimado de 9.65 millones, tiene más de 3 millones de internautas, para una penetración de un 31.6%, y un crecimiento de 5, 354.5% en la última década

"El Internet cambia todo". Así nos dijeron en la cumbre de la locura de Internet o la bien llamada “Internet Craze”, ocurrida hace algunos años. Según un destacado artículo de The Wall Street Journal titulado: "Adiós a la oferta y la demanda", los expertos auguraban que el fenómeno produciría una transformación de las fuerzas fundamentales de la economía. Después del hecho, algunos economistas piensan que no lo cambia todo, y que ciertamente no cambió dichas potencias económicas fundamentales que subyacen en el funcionamiento de los mercados.
Como tampoco muchos analistas creen que este, o cualquier otro cambio o innovación tecnológica, podría alterar las leyes intrínsecas del comercio establecidas en los últimos tres siglos.
Pero a pesar de los razonamientos más escépticos, de acuerdo con datos consultados, en el 2000 solo unos 360.9 millones de habitantes accedía al Internet en el mundo. No obstante, al 30 de junio del 2009, de 6,770 millones de personas registradas en el globo terráqueo, 1,669 millones usan Internet, con una penetración del 24.7% de la población mundial y un crecimiento de 362.5% en los últimos 10 años.
Cabe destacar que la población mundial creció en cerca de 91.7 millones de habitantes el último año, lo que representa un aumento de 1.4% con relación al año pasado, pero más impresionante es el ritmo de crecimiento de los usuarios. Los datos más recientes confirman que aproximadamente uno de cada cuatro personas en el mundo usa Internet, y el número de usuarios conectados se incrementó en 205.2 millones desde mediados del año pasado a la fecha.
El caso de Latinoamérica es digno de observar, pues en el 2000 la región contaba solo con 18.7 millones de internautas, y a mediados de este año, de 586.7 millones de habitantes registrados en el área, 175.8 millones usan Internet, con un 30% de penetración, mostrando un crecimiento de 873% en el período bajo estudio (2000-2009).

1,669 millones usan Internet en el mundo


Y la historia no termina ahí. De todos los países de América Latina, las estadísticas más impresionantes son las de República Dominicana, que en el 2000 contaba con 55,000 usuarios, con una población de 8.34 millones de habitantes, y hoy por hoy, con un estimado de 9.65 millones, tiene más de 3 millones de internautas, para una penetración de un 31.6%, y un crecimiento de 5, 354.5% en la última década.
Por otra parte, un estudio realizado a principios de año por Reuters, en Estados Unidos, indicó que un 56% de 3.030 adultos estadounidenses entrevistados en una encuesta online, manifestó que si tuviera que escoger una sola fuente de información, elegiría Internet, mientras un 21% preferiría la televisión y tanto los periódicos como la radio serían la opción de un 10% de los encuestados. Dicho estudio posiciona a los medios digitales en una posición privilegiada en cuanto a la búsqueda de información y refleja un aumento de la credibilidad en dichos medios.
Estos datos nos indican que la red se ha convertido en el medio más mensurable, y de más alto crecimiento en la historia. Actualmente existen millones de empresas que obtienen dinero de la publicidad en Internet. Además, la publicidad interactiva ofrece muchas ventajas, tanto para el usuario como para los anunciantes. Otro estudio más reciente que realizaba búsquedas de páginas en 75 idiomas, determinó que hay sobre 11.500 millones de páginas Web en la Web Pública Indexable, cifra que a la fecha se encuentra bajo comprobación.
En sus inicios la principal función del Internet era reducir el costo de la transmisión de información. Esto no sólo permitió que la economía se beneficiara directamente de la disminución de los costos de transferencia de datos, sino que también abrió las puertas para que los mercados funcionaran de manera más eficiente.
Obviamente, esta información en manos de los consumidores ha permitido la elección de mejores productos. Cualquiera que haya intentado comprar un carro y ha consultado las páginas de ventas especializadas en el producto puede dar testimonio de la riqueza de la información gratuita disponible. Rastreadores "stock" hacen de una ardua investigación de mercado una operación más fácil y eficiente, mientras recoger cotizaciones en tiempo real, es hoy día “cosa de hacer un click y ya”, algo verdaderamente inconcebible para un inversor típico e inteligente antes de la “Era Internáutica”.
Ahora, cualquier persona interesada en el producto o el mercado puede encontrar rápidamente la información que desea con motores de búsqueda como Google, Yahoo o MSN, aunque la afluencia de datos disponibles todavía no impide que los consumidores sobrepujen de vez en cuando por uno que otro artículo, ofrecidos en eBay. Además, muchos sitios Web permiten a los consumidores ayudar a otros comparadores potenciales, proporcionando información útil sobre la calidad y precios de los productos.
Al reducir el coste de transmisión de datos, la Internet ha revolucionado algunos mercados, haciendo que determinadas plazas locales se vuelvan internacionales y los mercados nacionales se conviertan en universales. También ha permitido a las personas a permanecer en contacto, casi constante, con familiares y amigos, usando mensajería instantánea, ha impulsado la creación de comunidades virtuales interesadas en temas particulares, y ha permitido a las personas con la suficiente energía y el interés de convertirse en "difusores" de la información a través de sitios Web y blogs (Web logs).
Pero a pesar de estos cambios en la información de mercado, algunos economistas siguen insistiendo en que el Internet no cambia las fuerzas del mercado subyacente, y una prueba de ello fue el estallido de la “burbuja tecnológica” -la deflación de las capitalizaciones de mercado de las empresas de tecnología, ligadas la mayoría de ellas al Internet- fue el caso que los expertos tomaban como ejemplo para detractarlo.
La ley de la demanda establece que el precio que el consumidor marginal está dispuesto a pagar disminuye a medida que aumenta la producción, manteniendo firme todo lo demás. Lo que significa que el precio disminuye a medida que aumenta la oferta. Y aplicada a la inversión, esta ley equivale a que los rendimientos disminuirán a medida que aumenta el nivel de inversión.
Debido a que las expectativas del Internet son tan altas y tan extensas, las firmas que prometían usar la red en sus planes de negocios tejieron una enorme cantidad de inversión. Algunos de estos planes de negocios fueron muy frágiles y sin mucho potencial para crear beneficios.
Pero incluso, las empresas cuyos planes de negocios tenían sentido no fueron capaces de traducirlos en beneficios cuando una docena de otras empresas estaban invirtiendo en la misma idea. Así que una gran inversión de dinero fue arrojado a la "Web" y las empresas terminaron con tasas de rendimiento negativas.
Por supuesto, los consumidores se beneficiaron de estas nuevas inversiones, incluso aunque los inversores se perjudicaran. Esto es también coherente con la microeconomía simple, que enseña que, aunque el precio se reduce a medida que aumenta la oferta, el beneficio para los consumidores aumenta.
En síntesis, algunos conceptos económicos relativamente nuevos, anteriores a la red se utilizan a menudo en los debates sobre la Web. Estos conceptos-los efectos de red, el ganador se lleva todo, el lock-in, gana por ser el primero, son a menudo mal entendidos. Los dos últimos en la lista, ya que son de uso común, no se admiten en la literatura económica. Acaso tampoco los economistas aceptarán que la “burbuja tecnológica” no fue más que la incapacidad de los inversores y el mercado de entender un fenómeno fuera de serie: la “Internet Craze”, esa gran locura que apenas ha comenzado, y que desde ya nos mantiene adeptos a la red, al filo de nuestros ordenadores.

Fausto Adames es el Editor Web de la Revista Mercado

martes, 1 de septiembre de 2009

El turismo: una industria vital




El turismo es fundamental para la economía mundial. Pese a las alzas especulativas e irrisorias del precio del petróleo en el mercado internacional, el 2007 recibió con agrado los resultados de continuo crecimiento que viene registrando la dinámica industria universal sin chimeneas de los viajes y turismo en los últimos 30 años. Aunque su resultado total se mostró ligeramente por debajo de los índices de crecimiento obtenidos en el 2006, alcanzó un aumento de poco más del 4% el año pasado.
Según las informaciones más recientes del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC por sus siglas en inglés), debido a los aumentos injustos del crudo, en el 2008 se espera una reducción del crecimiento del turismo, que puede frenar su empuje hasta el 3%. Sin embargo, esta disminución es todavía saludable dada las circunstancias atenuantes que se respiran en el panorama económico mundial. No obstante, se espera que la contribución del turismo a la actividad económica global y al empleo siga aumentando en los próximos diez años.
También se vislumbra que la contribución de la industria de los viajes y turismo al PIB mundial pueda elevarse del 9.9 % (US$5,890 billones) estimado para el 2008, al 10.5 % (US$10,855 billones) hacia 2018. Mientras tanto, se proyecta que su contribución al empleo total pueda elevarse de 238,277,000 empleos alcanzados en el 2008, que es el 8.4 % de total de los empleos mundiales - o sea 1 de cada 11.9 empleos-, a 296,252,000 puestos de trabajo, el 9.2 % del empleo total - o 1 de cada 10.8 puestos- para el 2018.
Además, se prevé que el crecimiento real del PIB mundial de la industria de viajes y turismo rondará el 3% en el 2008, por debajo del 4.1% alcanzado en el 2007, pero de acuerdo con las perspectivas, su ritmo de crecimiento seguirá promediando más de 4% por los próximos 10 años.
De igual forma, se proyecta que los ingresos motivados por los visitantes internacionales y los bienes producidos por la industria generarán el 11% de las exportaciones globales (US$2,103 billones) en 2008, y se incrementarán, en términos nominales, a US$4,174 billones ( o el 10.3 % del total de las exportaciones) en 2018.
Por ello, para muchas regiones en todo el mundo el impacto del turismo es trascendental, y es la sangre vital de muchas economías locales. Este sector también tiene una influencia significativa sobre la cultura. Su importancia es en esencia especial, tanto para muchas naciones del tercer mundo, como para las áreas rurales y regionales de naciones desarrolladas.
Sin embargo, un crecimiento de tal magnitud ha traído y arrastrará muchas oportunidades y retos, tanto a las fuentes receptoras como a los mercados de destino, tal como ocurrió a los modelos de crecimientos anteriores a la era de servicios, como la manufactura, la minería y el sector agrícola. Una de estas oportunidades es el cambio de modelo de un turismo todo incluido a una oferta inmobiliaria turística más completa, que implicará para los desarrolladores un cambio de mentalidad y de actitud hacia los factores políticos, culturales y ambientales de los polos desarrollados. Esto sin lugar a dudas estimulará un mayor desarrollo social en las comunidades impactadas, lo que creará a su vez un entorno más competitivo en el contexto mundial.

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